Un condecorado de Sidi Ifni se entera
de su medalla 56 años después
PostDateIconSábado,
29 de Noviembre de 2014 | PostAuthorIconEscrito p
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Fuente: Blog
oficial del Ejército de Tierra español
Los hechos
sucedieron en 1958, durante la guerra de Sidi Ifni. Julián Duarte Flores,
entonces soldado conductor, integró el contingente de tropas españolas
desplazadas al norte de África para defender las posesiones de Ifni, el
Protectorado Sur y el Sáhara Español. Hasta ahí una historia común a la de
otros 10.000 soldados españoles. Pero lo que marca la distinción es que Julián,
al término del conflicto, fue condecorado con la Cruz al Mérito Militar con
distintivo rojo. La recompensa le fue concedida al término de la guerra por el
entonces Gobernador General del Sáhara, y ahí permaneció, como una simple
anotación en su historial militar, sin que nunca se materializara su
En realidad,
Julián jamás tuvo conocimiento de esta medalla hasta hace unos meses. La curiosidad
de su yerno, el teniente Félix Romero, descubrió el olvido. Tras escuchar mil y
una historias de aquella guerra, Félix indagó en el Archivo General Militar de
Guadalajara, y en el historial de Julián figuraba la concesión de la Cruz.
La recompensa
ha permanecido en el limbo durante más de medio siglo y próximamente le será
impuesta a su protagonista. Se cerrará así el círculo de Un condecorado de Sidi
Ifni se entera de su medalla 56 años después
Ha pasado el
tiempo pero Julián conserva una memoria portentosa. Recuerda que salieron para
África «del cuartel de Canillejas, con un camión y una dotación de 90 balas, un
mosquetón checo y ropa de invierno». Tras una odisea de varios días en el buque
Dominé, llegó a Cabo Juby. Allí, en su capital, Villa Bens, cumplió sus
obligaciones como conductor hasta que le evacuaron a El Aaiún. «De patrulla nos
daban una lata de sardinas y una de carne, y un litro de agua. Cuando faltaba
la comida, los legionarios mataban camellos salvajes para comer», recuerda Julián.
Los soldados lavaban su ropa con gasolina por la escasez de agua y cocinaban lo
que había sobre la carrocería de los camiones. Las temperaturas oscilaban entre
los 45 y los 50 grados centígrados.
Son
vicisitudes que se agolpan en su memoria con la misma nitidez que los momentos
más dramáticos vividos en África. Incluido su episodio de heroísmo. «Estábamos
en retaguardia. Con los camiones vimos a paracaidistas españoles que se tiraban
de aviones. A algunos les disparaban desde tierra y resultaban muertos o
heridos. Nadie quería ir a por ellos. Así que fuimos voluntarios en cinco
camiones para recoger a los heridos».
Las imágenes
de aquello siguen frescas en su mente. También el regreso a casa. En dos barcos
hasta Cádiz, donde abrieron las bocas de riego de par en par para que los
soldados pudieran lavarse un poco; desde ahí, en un tren a Madrid, donde hoy
vive para contarnos su historia
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